Luisa vive temporalmente en una de las Casa Refugio que atiende a mujeres víctimas del conflicto armado.
La Casa Refugio para víctimas del conflicto armado, opera en el marco de la Ley 1448 de 2011 y brinda acogida y acompañamiento temporal a las mujeres y a sus hijos e hijas para el restablecimiento de sus derechos. Luisa es una sobreviviente quien nos cuenta su experiencia luego de dos meses de vivir en la Casa.
Es una mujer muy joven, apenas tiene 21 años y toda la vida por delante, pero sus ojos negros y grandes reflejan una vida llena de experiencias, muchas de ellas dolorosas. Son las 8 de la mañana del sábado y está apurada alistándose porque inicia clases a las 9 en el colegio en donde está terminando su bachillerato. Dice que su clase favorita es álgebra y muestra con orgullo su cuaderno lleno de vistos buenos.
Su infancia la vivió en otro país, en la adolescencia regresó a Colombia y fue desplazada de una de las zonas fronterizas. Luisa vive temporalmente en una de las Casa Refugio que atiende a mujeres víctimas del conflicto armado. Llegó desde hace dos meses con su hija e hijo y según ella, su vida ha transformado de manera radical, pasó de sentirse desamparada, sola y vulnerable a ser una mujer empoderada que se siente capaz de lograr sus metas.
"Cuando estuve en las peores situaciones, nunca me imaginé encontrar un espacio así. Yo creo que es un gran apoyo para las mujeres, porque uno no tiene nada, se siente sola y aquí lo ayudan mucho a estudiar y a trabajar. Ha sido una bendición, estoy muy agradecida", dice Luisa con seguridad y esperanza.
Ella recuerda el momento en el que llegó a la Casa Refugio, las profesionales la acogieron, le hicieron una valoración inicial que incluyó los diferentes servicios de psicología, asesoría jurídica, trabajo social, pedagogía nutrición y enfermería. "Les conté mi caso, de pedagogía me dijeron que me iban a abrir cupos para cursos y para terminar mi bachillerato. Con jurídica fuimos a la Unidad de Víctimas para ver mi proceso por desplazamiento. Con trabajo social hemos llevado varias hojas de vida y en nutrición están pendientes de nosotras y de los niños. Yo acá me siento apoyada y valorada".
La violencia atraviesa la vida de quienes la han padecido, cambia su cotidianidad, sus planes y las deja en situación de vulnerabilidad. Pero hoy ella ve la violencia desde una perspectiva diferente, ya no como algo a lo que estaba destinada, ahora reconoce que nadie tiene por qué maltratarla y con convicción afirma que es necesario buscar ayuda.
Una motivación muy grande para seguir adelante son su hija de cinco años y su bebé de dos. Para Mariana* y Julián* ha tomado algún tiempo adaptarse al nuevo espacio y a convivir con más personas, sin embargo gracias al apoyo de las profesionales de la Casa, hoy son mucho más sociables que hace dos meses, ahora le dan la bienvenida a las nuevas habitantes, ya no tienen miedo, juegan y comparten con las mujeres y sus familias.
Cuando Luisa habla de sus sueños se le iluminan los ojos, quiere ser diseñadora de modas y su objetivo principal es tener una casa para darle seguridad a su familia. En este momento está participando en un proceso de selección para trabajar en una empresa que le garantizará seguridad laboral y un salario digno.
Antes de llegar a la Casa Refugio pensó que nunca más iba a poder estudiar, ahora está a punto de graduarse de bachillerato y ha hecho dos cursos de maquina plana. Pero no solo ha aprovechado la educación formal, para ella los talleres y actividades de los que ha hecho parte en la Casa han sido fundamentales para aprender a quererse a sí misma, a identificar las violencias, a cuidarse y a reconocer que es una mujer valiosa.
Historias como esta son muy frecuentes en un país en el que la guerra se ha erigido en una marca trágica que afecta la vida de millones de personas. Según el Registro Único de Víctimas se estima que el 49.73% de víctimas son mujeres. Luisa le aconseja a otras mujeres como ella, sobrevivientes del conflicto armado, que "busquen apoyo, piensen en ustedes, valórense. La vida no es ya tuve hijos y ya, piensen en su futuro y el de sus hijos, sí se puede estudiar, sí se puede trabajar y salir adelante".
Empaca sus útiles escolares, se despide de Mariana y de Julián quienes se quedan viendo una película con los niños y niñas de la Casa. Luisa sale con la frente en alto y con la convicción de que graduarse del bachillerato será la primera meta que va a conquistar de las muchas que tiene. Dice que si pudiera devolver el tiempo no dudaría un segundo en vivir en la Casa Refugio, la cual, según ella, le ha cambiado la vida en un cien por ciento.