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A la fiesta de la diversidad asistieron más de 100.000 mil personas

Por: comunicaciones
Publicado el: Julio 2017

Salir a marchar representan a todas y todos aquellos que están escondidos porque piensa que su inclinación sexual está mal. 

Con el lema “Estado laico, seres libres”, más de 100.000 personas se pronunciaron el pasado 2 de julio en la marcha por la ciudadanía LGBT, evento que en Bogotá se realiza de manera anual desde 1996 y que cada año gana más peso dentro de la sociedad bogotana. En esta ocasión, se cumplieron 21 años de protesta y marcha carnavalesca, razón por la cual, desde la Secretaría Distrital de la Mujer y con el apoyo de la activista y Directora de Enfoque Diferencial de la SDMujer, Elizabeth Castillo y de la directora del grupo Padres, Madres y Familiares de Personas LGBT, Cristina Tello, queremos evidenciar la importancia de la marcha y el significado de la palabra “orgullo” que la precede.

La marcha tiene dos dimensiones que están interrelacionadas y que la hacen una movilización ciudadana poderosa. Por un lado, es muestra de la reivindicación política y resistencia por los actos de discriminación por los que han sido asesinados y expulsados de sus hogares y/o trabajos integrantes de la comunidad LGBT. Así mismo, es el reclamo por la falta de respuesta en los sistemas de salud e incluso por los actos de segregación que han llevado al suicidio a lesbianas, gays, bisexuales y transgénero. Por otro lado, tiene un tono festivo de carnaval y de celebración que la convierte en la única movilización ciudadana con estas características. 

Por si sola la marcha es todo un grito de libertad y sus transformaciones, a lo largo de estos años, así lo demuestran. El papel de las mujeres lesbianas y bisexuales, por ejemplo, es hoy diferente al de hace 17 años. Además de que su presencia ha crecido exponencialmente en la marcha, algunas prácticas en su comportamiento han cambiado. En los años 2000, 2001 e incluso 2002 era habitual que las mujeres lesbianas hicieran talleres de máscaras antes de la marcha con el fin de que las asistentes pudieran marchar con la cara cubierta. Hacia el 2003 esa manera de hacer presencia en la marcha cambió y las máscaras no volvieron a usarse para cubrirse, sino como parte del performance y el disfraz.

La palabra orgullo, por tanto, que está inmersa en estas transformaciones, hace referencia a la persistencia y resistencia a pesar de la discriminación, la violencia y la exclusión. Es una manifestación de dignidad y un sentimiento de seguir siendo LGBT a pesar de todo. Es el poder ser y en el caso de las mujeres transgénero, según Cristina Tello, es la satisfacción de mostrar el cuerpo que ellas mismas construyeron a pesar de un Estado, una biología y unas creencias que se lo impedían.

Otra de las mayores transformaciones que ha tenido el evento y que pudo evidenciarse en la versión 2017, fue la diversidad de asistentes que marcharon para acompañar la causa. Por primera vez en la historia del evento, se marchó en simultáneo desde tres puntos de Bogotá: el parque Olaya Herrera, en el sur de la capital; la localidad de Mártires, desde donde las mujeres transgénero que habitan la zona o están en ejercicio de prostitución marcharon; y el Parque Nacional. Desde estos tres puntos se vislumbró la multiplicidad de asistentes que finalmente se concentraron en La Plaza de Bolívar, un espacio que representa también una reivindicación política para esta movilización ciudadana. 

Empresas como General Electric y Citibank marcharon junto a grupos universitarios, partidos políticos y familiares de personas LGBT. Para Elizabeth Castillo, la marcha cada vez se está volviendo un asunto más familiar y esa presencia de la familia acompañando a personas homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgénero es muy poderosa. En esta versión, por ejemplo, se hizo muy visible la presencia del Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans-GAAT. 

Otras personas, que no pertenecen a la comunidad LGBT ni acompañan a familiares o amigos, también se unieron en la marcha, lo que demuestra que en nuestra sociedad hay gente convencida de que es una causa justa y de que al marchar por la ciudadanía LGBT están haciendo parte del lado correcto de la historia. 

¿Por qué tiene sentido mantener la marcha?

Porque la discriminación sigue siendo una realidad cotidiana para las mujeres lesbianas, bisexuales y transgeneristas. En ese sentido, tener un espacio en el que no solo acuden personas LGBT sino nuevos grupos y empresas que están apoyando la causa es muy importante. La marcha ha ayudado a mostrarle a la gente la realidad de las personas LGBT, no esa realidad manoseada e irrespetuosa que se inventan algunos, sino la realidad de exigir cosas que son tan obvias como “si yo pago los mismos impuestos que el resto por qué no puedo tener los mismos derechos” y es por eso que debe mantenerse. 

Y es que justamente el lema “Estado laico, seres libres” recuerda que la existencia del estado laico nos beneficia a todas y todos. Desde el Estado se tiene la garantía de que cualquier persona con cualquier creencia o sin ninguna en particular, va a tener los mismos derechos que el resto, porque no hay un solo concepto moral que prime sobre los demás o los excluya.

¿Por qué es importante salir a marchar? 

Salir a marchar es importante porque quienes lo hacen están haciendo un acto de representación de muchas personas que no se atreven a salir o que les da miedo hacerlo; representan a todas y todos aquellos que están escondidos porque piensa que su inclinación sexual está mal y les demuestran que es posible reivindicar el derecho a ser como se quiera ser a pesar de todos los actos de discriminación. Marchar es decir “Aquí estamos, váyanse acostumbrando”. 
 

 

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