Blanca Serna, quien ha hecho parte del proceso de Formación Política de la Secretaría Distrital de la Mujer, tiene a su cargo la huerta Piwam en Ciudad Bolívar.
En medio del barrio La Estancia ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar, en un espacio rodeado de casas y negocios, se divisa un rincón que acoge cientos de plantas cuidadas con esmero. Blanca María Serna, quien ha hecho parte del proceso de Formación Política de la Secretaría Distrital de la Mujer, tiene a su cargo la huerta Piwam junto con otros miembros de la comunidad quienes se han comprometido con este pequeño pero poderoso pulmón verde en Bogotá.
Blanca es oriunda de Cabrera Cundinamarca y se identifica a sí misma como campesina, dice que su amor por la agricultura viene de sus primeros años dedicados a esta labor: “a los 13 años llegué a Bogotá, pero cada vez que tenía vacaciones me gustaba ir a mi pueblo porque me encanta el campo, siempre nos gustó ir a la finca de mi mamá. La agricultura es la oportunidad de tener contacto con la tierra. Es algo hermoso para mí”.
La rutina de Blanca empieza muy temprano, ella dice que está acostumbrada a madrugar, por ello su día inicia antes de las seis agradeciendo a la vida y tomando una buena taza de tinto. A las nueve de la mañana sale junto con su esposo camino a la huerta en donde siempre tiene algo que hacer, limpiar, trasplantar, sembrar y recoger son algunas de las actividades cotidianas en la huerta. “Yo no siento hambre, ni sed, ni cansancio, se me pasa el día volando. La huerta me llena, me da una energía positiva que no cambio por nada”.
Esta lideresa cuenta que pasó por un periodo de depresión, el cual superó “sembrando maticas” en su casa, como ella misma dice, esto le devolvió la alegría. Con el paso de los meses se dio cuenta que la terraza de su vivienda era un lugar muy pequeño para seguir cultivando, por ello, al pasar caminando por una de las calles de su barrio empezó a imaginar cómo una esquina abandonada podía convertirse en una huerta.
“El 6 de mayo de 2012 me enteré de un proyecto de la Alcaldía, me presenté a la niña que estaba dando los talleres y le dije que yo sabía de agricultura. Logré hacer parte de este espacio y empezamos a cultivar. Luego de unos meses, con la compañera Sandra Liliana Sánchez y con todas las personas que vienen a ayudar, empezamos a transformar el lugar”.
En la huerta hay diferentes tipos de plantas que dan frutos como tomates, brevas, ciruelas, duraznos, pepinos, arveja, acelga, lechuga, papayuela y en un pequeño invernadero se encuentran las hierbas aromáticas, quinua y amaranto, entre otros. Al fondo hay un espacio en donde se depositan los residuos, doña Blanca y otros miembros de la comunidad transforman los desechos orgánicos en abono. También hay tanques en donde se recogen las aguas lluvias con las cuales se riegan las plantas, haciendo sostenible este rincón del sur de Bogotá.
Las manos de Blanca son el retrato fiel del trabajo que realiza en las diferentes labores de la huerta comunitaria, tiene rasguños de las plantas, marcas de los líquidos que sueltan algunos frutos y en sus uñas se cuela la tierra que da vida a este espectáculo de la naturaleza. Gracias a su vida en el campo, Blanca María tiene saberes que comparte generosamente con su comunidad e incluso con estudiantes universitarios que van a la huerta a nutrirse de la sabiduría de esta mujer:
“La idea es que a estas huertas llegue la comunidad, adultos, niños y que todas las personas puedan aprender algo de nuestros conocimientos. Yo me siento feliz de llegarle a la gente y de compartir. Aquí no se gana dinero, este este es un sitio sin ánimo de lucro. Pero la alegría de nosotras es estar con el ambiente y cuidar la salud, es emocionante ver que una planta da semilla y que de esa semilla se alimentan muchas personas”.
Blanca junto con sus compañeras y compañeros de la huerta, han hecho un trabajo importante para involucrar a otros miembros de la comunidad, periódicamente van casa por casa invitando a las personas a que participen y a que guarden los desechos orgánicos, con los cuales hacen abono. “Los orgánicos son un alimento especial para nuestra tierra, sacamos un excelente abono que sirve para que crezcan todas las plantas. Le da a uno alegría cuando abre un hueco profundo más o menos de unos 35 centímetros y pica eso bien, le agrega tierra, agua y va haciendo una mezcla y a los dos meses se tiene un excelente abono. Le da a uno tanta alegría que lo que se iba a botar se vuelva alimento”.
La huerta Piwam es, como el significado de su nombre, “alimento para la vida” y nutre a la comunidad. Este es un espacio de economía solidaria en donde la comunidad contribuye llevando los desechos, apoyando el proceso de cultivo y de recolección; a cambio reciben parte de la producción de la huerta a modo de trueque. “Les damos a las familias lo que esté en cosecha si hay acelga o lechuga, les vamos repartiendo una partecita. Es un espacio pequeño que compartimos”.
Este es un ejemplo de la soberanía alimentaria de quienes habitan el barrio La Estancia, ya que pueden consumir alimentos libres de químicos y bajo un modelo de cultivo sostenible. “Pienso que la soberanía alimentaria es la posibilidad que tenemos de alimentarnos sanamente. Cuando vamos al supermercado y no hay mosquitos en las frutas o las verduras uno se da cuenta que fumigan las plantas con venenos y eso acaba con los animalitos. La soberanía alimentaria es lo que uno puede sembrar con abonos naturales”, afirma Blanca.
Al ver el trabajo y los resultados de la huerta, cada vez más miembros de la comunidad se involucran. En temporada de vacaciones las niñas y los niños reciben talleres de cuidado de la naturaleza y ayudan con algunas labores cotidianas. Las mujeres del barrio son las más comprometidas con este espacio, además de cultivar, cuidar las plantas, recoger los frutos y podar, comparten sus saberes impartiendo talleres de cómo hacer bolsas ecológicas y de reciclaje.
Mujeres como Blanca son voceras de un cambio en la forma de producción y consumo de alimentos, pero además son abanderadas del compartir de saberes creando nuevas formas de relacionamiento con el conocimiento. “Cuando hay un grupo de mujeres que me dice señora Blanquita enséñenos que queremos aprender, yo siento que me estuvieran dando amor a mí”.
Esta lideresa sueña con que existan espacios como la huerta en cada barrio, también invita a la comunidad a reciclar y a usar los desechos orgánicos como abono para las plantas. Blanca y sus vecinas son una muestra del trabajo de las mujeres y de su esfuerzo por tener una mejor calidad de vida, por cuidar a la naturaleza y por difundir su sabiduría con la comunidad.